Demasiado humo y cerveza, conversaciones ajenas con demasiada homosexualidad en el cuerpo y un dolor de cabeza insoportable, tanto o más que la sensación de irresponsabilidad y las ganas de obligarte a que me abraces fuerte porque te extrañaba tanto, necesito tus cariños aunque sean obligados. Señorita, usted no sabe como, por su generosidad, hoy me duele la cabeza, gracias por hacerla doler en vez de darme besitos en la frente. Encontraré alguna formula matemática (el mundo es un libro abierto escrito en lenguaje matemático, Copérnico. Pero es una gran mentira.) para que vayas conmigo donde yo quiera y no a las playas de Brasil, porque creeme que no hay ninguna diferencia entre el sol de allá y el de acá, es más ¡es el mismo!. Tal vez lo único que podría interesarme sería ver el sol saliendo del mar al amanecer, como si estuviéramos mirando una película hacia atrás.
Humo y cerveza, salud por el amor que no existe y cosas que sabemos que no son ciertas pero suenan como en un libro de Cortazar, como una reunión del club, con restos de cerveza caliente, el pelo sucio con olor a tabaco y marihuana, ropa tirada por el suelo y alguna que otra mancha en la alfombra. A veces la vida necesita un poco de literatura para que sea más bella y emocionante; actuar de manera sumamente impulsiva, cometiendo los mismos errores de siempre, que más que errores parecen patrones de conducta. Menos mal los juicios anacrónicos y extremadamente precipitados ya no existen, porque reír no es sinónimo de estupidez, de hecho, es todo lo contrario. Yo la defiendo, Señorita, usted no es ninguna prostituta.
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