Sin rumbo fijo, un día de lluvia en bicicleta con un paraguas gigante amarrado a la rueda trasera... no, no funcionaría, tendría que estar sujeto a otra parte, sino daría vueltas con la rueda y quedaría un despelote monumental. Mi avión no tiene destino de llegada ni hora de regreso, hay veces en la vida en que hay que volver a jugar al rin rin raja, para luego correr a esconderse detrás de un poste o un árbol. Canto otra vez "si te llevo es para que me lleves ou oh!" es lo más verdadero que he pronunciado en meses.
Caminé botando culpa por mis bolsillos rotos, una culpa que ni siquiera me pertenece, así que te digo: ten, ahí están tus miedos, yo ya no los quiero.
Le cierro la puerta a los juicos vacíos.
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