sábado, 8 de septiembre de 2007

lo fácil

Hay veces que creemos no saber que hacer, hay otras que en realidad no sabemos. Es cierto que en algunas ocaciones que las palabras no llegan, que parecen ser íconos inconexos e ilegibles, en otras de verdad lo son. Por suerte parece ser que la mayoría de las veces nos pasa lo primero, aunque lo ridículo es que no nos damos cuenta. Tal vez no debería hablar en plural y sólo hacerlo por mí. Pero que va, supongo no ser tan distinta al resto (el resto, palabra tan usual que no parece despectiva, pero piénsese bien el significado. Resto, de lo que sobra).
En todo caso, en estas ocaciones es cosa de soltar la lengua y ponerse a parlanchear, a llorar o gritar, cuando de repente sale de tu misma boca la frase que necesitabas escuchar, esa que creías no saber. Entonces te das cuenta que las cosas no son tal terribles, que la respuesta o la solución no estaba tan lejos, que es cosa de calmarse un poco, de permitirse pensar y sentir tranquilamente, incluso de dejarse hablar sin pensar mucho, es cosa de hacer ese ejericicio que hacían los surrealistas, la escritura automática y escribir cosas sin sentido como "latortugarojatienepolillasenlosojosquechocanconeltechoyelruidoestangrandecomounniñogritandoquequiereasumama".
Porque la verdad no es que no sepamos, es que simplemente no nos atrevemos, y no necesariamente porque la solución sea muy dificil, sino porque nos da verguenza reconocer que la cosa era tan, tan fácil.
Hay veces que creemos no saber que hacer, otras que en realidad no sabemos. Es cierto que en algunas ocasiones las palabras no llegan, que parecen ser íconos inconexos e ilegibles. En otras realmente lo son y necesitamos, de cualquier forma, unos lentes con bastante aumento para poder descifrar las letras que más que nada parecen caos y manchas. Por suerte parece ser que la mayoría de las veces nos pasa lo primero, aunque lo ridículo es que no nos damos cuenta. Tal vez no debería hablar en plural y sólo hacerlo por mí. Pero que va, supongo no ser tan distinta al resto (el resto, palabra tan usual que no parece despectiva, pero piénsese bien el significado. Resto, de lo que sobra).
En todo caso, en estas circunstancias es cosa de soltar la lengua y ponerse a parlanchear, a llorar o gritar, cuando de repente sale de tu misma boca la frase que necesitabas oir, esa que creías no saber. Entonces te das cuenta que las cosas no son tan terribles, que la respuesta o la solución no estaba tan lejos, que es cuestión de calmarse un poco, de permitirse pensar y sentir tranquilamente, incluso de dejarse hablar sin pensar mucho, es cosa de hacer ese ejericicio que hacían los surrealistas, la escritura automática y escribir cosas sin sentido como "latortugarojatienepolillasenlosojosquechocanconeltechoyelruidoestangrandecomounniñogritandoquequiereasumama".
Porque la verdad no es que no sepamos, es que simplemente no nos atrevemos, y no necesariamente porque la solución sea muy difícil, sino porque nos da verguenza reconocer que la cosa era tan, tan fácil.
Puede alegarse la poca utilidad del proceso, pero observándose bien pensamos: lo ridículo de no distinguir entre una situación y la otra no puede ser por nada, el agobio de creernos perdidos y después darnos cuenta que sólo fue un olvido momentaneo, tiene un factor de agrado importante, pues el agobio se transforma en alivio. Entonces lo ridículo también deja de serlo, y comienza a ser alegre. ¡Vaya remate, eh!

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