sábado, 3 de enero de 2009

chhh



Tuit tuit gloc gloc gloc mi cabeza se parte en dos gluic chhh chhh. Nada. Chhh-chhh. Nada-nada. Chhh (ah... sigue ahí) Chhh-chhh. Amarillohilomoradorojoazul. Nada-silencio-nada.
Haah, sigo aquí... sigo sobre el río y la montaña, entre espinos, alacranes y estrellas. Agua maravillosa en tí encuentro a dios, en mis latidos, en el viento, en la vida de tus insectos y de tus piedras. Sara denuevo, todos somos polvo, polvo milenario, hidrógeno, potasio, oxígeno. Por qué me parece tan lejana la roca y la perfecta escalera, tan ajena, tan distante. Por qué me pareció tan extraño alguna vez creer que entre el fuego y mis ojos hay algo en común para que puedan comunicarse, el trayecto del fuego hacia mis ojos no está delimitado por el aire, no, no. Está conectado. Apoyo la cabeza sobre mi hombro, oigo los latidos de mi corazón, el viento y el caudal del río al mismo tiempo, todo es uno, mi pie rozando el agua, y cierro los ojos, respiro, voy transformando-me, voy haciéndome agua y viento, calor, me desintegro en ti, naturaleza.

Y descubro que mis miedos se fundamentan en lo menos animal del ser humano, en su ir en contra del orden, en creer justamente que el orden es creación nuestra, posterior a todo lo habido, invención jodida del puto homo, salvamos al universo de su desorden y caos natural... suelo perfecto, calles perfectas, lineas amarillas en los escalones para no tropezar. Todo está tan ordenado, tan tapado, todo crece en contra del devenir natural. Tinturas, cremas, juventud, tetas de plástico. ¡Alergia al polvo, al polen, al pasto! alergia a los propios elementos... creo que algo anda mal, algo anda muy mal, porque tenemos la fuerza y las herramientas, pero nos olvidamos del centro, de la tradición apegada a la tierra, la salvaje, la ancestral.

Enterramos al aborigen, despachamos a las minorías étnicas, las educamos, volvemos a tirarles tierra en los ojos cada vez que hablamos de desarrollo, caminamos hacia él como hipnotizados. Y nuestras vidas se transforman en rutinas, en caminar 83 pasos hasta el metro, bajamos 16 escalones, pasamos la tarjetita, y todos los días es igual. Este caminar cansado nos aliena, nos encorbamos hacia adelante y vuelta a la perdida del centro.

¿Acaso es sólo nostalgia lo que llevamos en el color de los ojos?

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