viernes, 23 de enero de 2009

Londres 38


Ayer, caminando por el centro de esta -ahora- calurosa ciudad, decidimos tomar el camino por París. En Londres nos encontramos con un tumulto de gente. Sí, en Londres 38, sin que ninguno de nosotros supiera nada, hubo una casa de tortura durante la dictadura militar (digámoslo con todas sus letras, d-i-c-t-a-d-u-r-a). Han pasado más de treinta años desde el golpe, y a nosotros, a los que no nos tocó tan de cerca como para arrebatarnos a algún amigo o familiar, parece habérsenos olvidado que aún los cuerpos muchos de nuestros compatriotas no aparecen, quizás lo máximo que nos ocurre es que lo recordamos con regularidad, pero el hecho ya no está presente a cada paso. Sin embargo ayer, antes de partir al centro, sacudiendo el polvo de mis libros, encontré una revista Apsi con un especial fotográfico de Salvador Allende, mi hermano comentó que a su polola le gustaría tenerla, yo dije que es una reliquia, que tuviera cuidado con ella, que no se te vaya a caer café encima. Pero es reliquia porque es pasado, porque trae a la mente algo que ya no puede verse ni palparse. Para mi no puede ni siquiera olerse, pero qué pasa con esos familiares que han hecho de su vida buscar a sus parientes y amigos, hermanos, abuelos, qué pasas con ellos. ¿quién les responde, al menos y en última instancia, por el cuerpo de sus familiares? ¿quién les devuelve los años de frustración, de negación y de marginalidad?

De todas formas la conclusión es obvia, mientras no se haga justicia, mientras los asesinos sigan muriendo en libertad, cayendo enfermos en el propio hospital de nuestro ejército, el que financiamos todos nosotros con nuestros impuestos, no habrá reconciliación. Nuestra comunidad imaginada seguirá partida en dos o más, quizás en cuantas partes.

Y a pesar de todo yo seguiré mirando desde fuera, con mucho respeto, sin atreverme a entrar, sin atreverme a mirarlos a la cara, mientras un tipo sonriente y estirado está a las puertas de la moneda, lo que seguramente significará un entierro definitivo del tema y una polarización aún mayor. Si, y yo sigo caminando, luchando con el calor insoportable, dejando que la rapidez de la vida me haga olvidar lo realmente importante. (Tenías razón, lo urgente le quita tiempo a lo importante).

sábado, 3 de enero de 2009

chhh



Tuit tuit gloc gloc gloc mi cabeza se parte en dos gluic chhh chhh. Nada. Chhh-chhh. Nada-nada. Chhh (ah... sigue ahí) Chhh-chhh. Amarillohilomoradorojoazul. Nada-silencio-nada.
Haah, sigo aquí... sigo sobre el río y la montaña, entre espinos, alacranes y estrellas. Agua maravillosa en tí encuentro a dios, en mis latidos, en el viento, en la vida de tus insectos y de tus piedras. Sara denuevo, todos somos polvo, polvo milenario, hidrógeno, potasio, oxígeno. Por qué me parece tan lejana la roca y la perfecta escalera, tan ajena, tan distante. Por qué me pareció tan extraño alguna vez creer que entre el fuego y mis ojos hay algo en común para que puedan comunicarse, el trayecto del fuego hacia mis ojos no está delimitado por el aire, no, no. Está conectado. Apoyo la cabeza sobre mi hombro, oigo los latidos de mi corazón, el viento y el caudal del río al mismo tiempo, todo es uno, mi pie rozando el agua, y cierro los ojos, respiro, voy transformando-me, voy haciéndome agua y viento, calor, me desintegro en ti, naturaleza.

Y descubro que mis miedos se fundamentan en lo menos animal del ser humano, en su ir en contra del orden, en creer justamente que el orden es creación nuestra, posterior a todo lo habido, invención jodida del puto homo, salvamos al universo de su desorden y caos natural... suelo perfecto, calles perfectas, lineas amarillas en los escalones para no tropezar. Todo está tan ordenado, tan tapado, todo crece en contra del devenir natural. Tinturas, cremas, juventud, tetas de plástico. ¡Alergia al polvo, al polen, al pasto! alergia a los propios elementos... creo que algo anda mal, algo anda muy mal, porque tenemos la fuerza y las herramientas, pero nos olvidamos del centro, de la tradición apegada a la tierra, la salvaje, la ancestral.

Enterramos al aborigen, despachamos a las minorías étnicas, las educamos, volvemos a tirarles tierra en los ojos cada vez que hablamos de desarrollo, caminamos hacia él como hipnotizados. Y nuestras vidas se transforman en rutinas, en caminar 83 pasos hasta el metro, bajamos 16 escalones, pasamos la tarjetita, y todos los días es igual. Este caminar cansado nos aliena, nos encorbamos hacia adelante y vuelta a la perdida del centro.

¿Acaso es sólo nostalgia lo que llevamos en el color de los ojos?

viernes, 2 de enero de 2009

CARTA DE PEDRO LEMEBEL A PIÑERA

Demasiado barato quiere comprar este paisito, don Piñi; usted que va por la vida tasando y preguntando cuánto vale todo. Y de un guaracazo se compra medio Chiloé, con botes y palafitos incluidos. Con cerros, bosques y ríos, hasta que se pierde la mirada en la distancia, le pertenece a usted.
¿Cómo puede haber gente dueña de tanto horizonte? ¿Cómo puede haber gente tan enguatada de paisaje? Me parece obscena esa glotonería de tanto tener.
Me causa asombro que, más encima, quiera dirigirnos la vida desde La Moneda.
Muy barata quiere rematar esta patria, don Piñi, y sólo con un discurso liviano de boy scout buena onda. Pura buena onda ofrece usted, don Piñi boy, como si estuviera conquistando al populacho con maní y papas fritas. Nada más, el resto pura plata; empachado de money, quiere pasar a la posteridad sólo por eso. Porque cuando cita mal a Neruda se nota que a usted le dio sólo para los números y no para la letra.
Es decir, usted es puro número y cálculo, señor Piñi, poca reflexión, poco verbo, poca idea, aunque esa es la única palabra que usa entre sus contadas palabras efectistas. Buena onda y futurismo.
Las heridas se parchan con dólares. La memoria queda atrás como una tétrica película que olvidar. Sin vacilar marchar, que el futuro es nuestro (parece himno de la juventud nazi). Así arenga usted a este pueblo embelesado con los adelantos urbanos hechos por la Concertación. Nadie sabe para quién trabaja, y usted la encontró lista.
O sea, usted se pasa de listo, don Piñi. Quiere hacernos creer que siempre fue demócrata, pero lo recordamos clarito sobándole el lomo a la dictadura, haciéndole campaña a Büchi, amigote de la misma patota facha que le anima la campaña. Los peores, la gorilada del terror. Parece que este suelo nunca aprendió la lección, ni siquiera a golpes, y con facilidad se traga el sermón de la derecha pinochetista, ahora remasterizada con piel de oveja neoliberal. Pero son los mismos de entonces, soberbiamente gozando los privilegios de la democracia que conseguimos nosotros, y sólo nosotros, porque también yo dudo que en el plebiscito votara que no simpatizando por la derecha.
Mire usted qué fácil le resultaba tratar de transformar el Mapocho en un Sena con sauces. Puro arribismo, intentar esticar con terracitas y botecitos parisinos a nuestro roto Mapocho, quizás lo único rebelde que le va quedando a esta ciudad.
Qué delirio, míster Piñi, ¿por qué no se va a Europa si cacha que nunca va a poder blanquear la porfiada cochambre india de nuestra raza?
Quizás todo el país se acuerda de usted formando parte de la nata panzona del derechismo empresarial. Por entonces, en aquella época de terror, quien hacía fortuna de alguna manera era a costa de las garantías de la represión. Usted llenaba sus arcas, don Piñi, y nosotros sudábamos la gota gorda, o la gota de sangre. Fíjese que no se nos ha olvidado, y nunca se nos olvidará, aunque a usted le reviente que el pasado aflore cuando menos se lo espera. A usted ni a sus yuntas de pacto les conviene el pasado, por eso miran turnios y amnésicos al futuro.
Su discurso Disneyworld, míster Piñi, no resiste análisis, y sólo el arribismo miamista de algunos chilenos le compra su receta de vida fácil, su filosofía banal de texano paticorto. Usted me recuerda a Bush, a Menem, Piñito. Es la nueva derecha titiritesca y farandulona.
Puro show, pura foto tecnicolor de mundo feliz con sus sombreros republicanos en el Crown Plaza. Pero le falta la cultura a su centroderecha inmediatista. No hay peso intelectual en su carnavaleo de propaganda. Nada más que modelos tetudas y parientes de hippysmo revenido. Demasiado barato quiere rematar este país, Piñito. Ni siquiera basta con su cátedra fantasma en las aulas de Harvard.
Tampoco, usar de propaganda la limosna que puso por mi amiga Gladys en sus últimos momentos; eso es muy feo, y de mal gusto. Sobre todo para usted que es tan humanista cristiano. Porque usted es pillo, Piñín. Quiere sacar adherentes de todos lados, como si este país fuera sombrero de mago. Lástima que la oferta de su vanidosa feria de variedades huele a ventaja populista.
Nada más, don Piñi; el resto, esperar con cueva lo que ocurra en el 2009.
PEDRO LEMEBEL